Todos sentimos la presencia de la criminalidad por donde quiera que miremos, la que se manifiesta de distintas maneras, siempre afectando a los/las ciudadanos/as, generada por la violencia sistémica o cíclica que se acrecienta en la sociedad cuando el Estado no puede responder de manera efectiva atacando las causales que la originan.
La violencia es el género, la criminalidad es la especie. La primera es la génesis, la segunda es la consecuencia de la primera. Las causas reales de la criminalidad deben ser conocidas para atacarlas, evitando que se propague influenciando a otros para que delincan.
No se puede negar que la violencia y la criminalidad, en la actualidad, son el centro de atención de todas las conversaciones en los conglomerados sociales y particulares, ya que todos estamos al borde de la histeria colectiva a causa de la amenaza latente de ser afectados, por lo que nos aferremos a cualquier medio que otorgue protección y seguridad; los barrotes de hierro, las armas de fuego, artefactos y dispositivos eléctricos, encierro y ocultamiento ante la sensación de amenaza e inseguridad.
Recurrimos a la protección individual ante la carencia de la protección colectiva que debe ofrecer el Estado.
En toda sociedad organizada, la política criminal del Estado debe estar dirigida, en primer lugar, para evitar que los hechos delictivos se materialicen; en segundo lugar, ejerciendo el poder y el derecho punitivo contra los que ya han delinquido, investigando y procesando ante los tribunales a las personas que se les pueda demostrar mediante elementos probatorios suficientes su vinculación con el ilícito penal y, en tercer lugar, evitando que los declarados culpables y sancionados por los hechos cometidos una vez en estado de libertad vuelvan a cometer nuevos hechos; en esta parte incide de manera determinante el modelo penitenciario y las disposiciones legales sobre el cumplimiento y ejecución de las penas privativas de libertad. Todo lo cual debe ser el resultado de la subordinación y conminación que frente al Estado tienen todos los ciudadanos.
En nuestra realidad el Estado solo está cumpliendo, y no en todos los casos, con la segunda fase de la política criminal, estando ausente de manera total la fase de la prevención, la policía no está cumpliendo con esta parte de sus responsabilidades, a pesar de que se cuenta con una matrícula que sobrepasa los 35,000 mil agentes; sin embargo, más de la mitad de ellos están realizando trabajos fuera de sus labores ordinarias, la situación es tan critica que el paso Ministro de Interior y Policía llega a afirmar esta realidad. Ya la Policía Nacional borró de sus cimientos la frase que decía “La Policía Trabaja las 24 horas”, ahora tenemos una policía departa mentalizada, lo que hace que el policía solo atiendo aquello que está en su departamento, lo que ocurra fuera de ello es problema de otro.
Lamentablemente debemos reconocer que nos hemos convertido en una sociedad violenta. Las causas de la violencia se manifiestan y se reproducen a diario, en cualquier lugar, en los espacios públicos, en las familias, centros de trabajo, en las escuelas, en las calles, en el transito, en los lugares de diversión, y en sentido general ante cualquier situación por insignificante que resulte.
La violencia y la criminalidad, aunque resulte increíble, producen beneficios a quienes las generan y se sirven de ellas, a los que venden protección y seguridad, sea personal o por medios electrónicos, a quienes venden armas de fuego, a quienes instalan dispositivos de seguridad, a las compañías de guardianes, a las compañías de seguros, entre otros.
Pero al final se perjudica a toda la sociedad.
La criminalidad tiene múltiples causales, entre ellas: la falta de oportunidad económica y social, la impunidad de los grupos de poder, la crisis de valores, la falta de educación, la falta de prevención, la descomposición social, la insalubridad, la falta de sanción contra quienes han delinquido, falta de vínculos comunitarios, la decepción, la corrupción estatal, la injusticia social, la inseguridad, el desamparo, uso de armas de fuego, tráfico y venta de drogas.
Los factores conductuales se aprenden y se transmiten en el medio social en que se desarrollo el ser humano. Es por ellos que existe un principio en criminología que afirma que “el hombre es el producto de su medio, la sociedad y su mundo circundante así lo determinan”, por lo que la prevención y el control efectivo es el medio idóneo para revertir las influencias negativas que le rodean y que marcaran su conducta.
Atacando y corrigiendo las causas generadoras de la criminalidad se podrá reducir sus influencias en la sociedad, para lo cual es necesario elaborar un plan a largo plazo en el cual se incluyan las demandas sociales que reclama la población, mayor presupuesto en educación, perseguir y sancionar la corrupción, atacar la impunidad, enfrentar a los grupos de poder, vinculación de la comunidad con el gobierno, creer fuentes de empleos, limitar el usos de armas de fuego, enfrentar el narco-trafico, entre otros.
De lo que debemos estar conscientes es que: El aumento de la pena no es garantía de la reducción de la violencia y la criminalidad, incluso no influye la pena de muerte. De igual forma la modificación., el cambio o la implementación de una legislación no incide ni reduce la criminalidad ni la violencia. Solo combatiendo en la génesis a las causas que la generan, se podrá lograr aminorar sus influencias negativas en la formación de las personas.
IPCH.-
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